La altura a la que se cultiva el café es un factor determinante en su calidad, sabor y complejidad. En el mundo del café de especialidad, la altitud es sinónimo de excelencia, y no es casualidad que los cafés más valorados provengan de regiones montañosas.
Pero, ¿por qué es tan importante la altura? Cuando el café se cultiva a grandes altitudes, por encima de los 1,200 metros sobre el nivel del mar (MASL), las temperaturas son más frescas. Esto provoca que el desarrollo del fruto del cafeto sea más lento, lo que permite que los azúcares naturales se concentren en mayor medida en los granos. Como resultado, se obtienen cafés más dulces, con acidez brillante y perfiles de sabor más complejos.
A mayor altitud, también se reduce la incidencia de plagas y enfermedades, lo que permite prácticas agrícolas más sostenibles. Además, la calidad del suelo y la pureza del agua en zonas de alta montaña contribuyen al carácter único de estos cafés.
Por ejemplo, los cafés cultivados en altitudes de 1,500 a 2,000 metros suelen tener notas florales, frutales y una acidez delicada. Esto es característico de cafés de países como Etiopía, Colombia y Kenia.
En definitiva, la altitud es un sello de calidad que influye directamente en el sabor y el aroma de cada taza. Por eso, cuando veas un café que indica su altura de cultivo, sabrás que es un dato clave para entender su perfil y disfrutarlo al máximo.